jueves, 31 de julio de 2014

Recuerdos empapados.

Hoy era uno de esos días en los que su estado de ánimo estaba acorde con el tiempo. Siempre le habían gustado los días nublados y lluviosos, aunque causaran en ella unas ganas inmensas de encerrarse en su habitación a escuchar música mientras las lágrimas afloraban de sus ojos. Y eso era lo que estaba haciendo. Sus amigas habían salido a dar una vuelta por la ciudad para despejarse un rato de los estudios, pero ella había rechazado el plan con la escusa de que no se encontraba bien para, así, poder quedarse en casa, y en realidad, no mentía, no se encontraba nada bien. Los recuerdos la estaban asfixiando poco a poco apretando esa cuerda de la que estaba a punto de colgar. Esa era otra de las consecuencias de los días así, el regreso de cientos de recuerdos que ya creía olvidados y encerrados con llave en la parte más oscura de su mente.

Está tumbada en la cama con los ojos cerrados sintiendo cada palabra de las canciones que suenan en sus oídos como si se tratasen de balas directas a su corazón. El volumen de la música no estaba muy alto, por lo que puede escuchar perfectamente el sonido que hace la lluvia al caer, ese sonido que tanto le gusta, y esa es la gota que colmó el vaso. Sus lágrimas comienzan a brotar con rabia de sus ojos deslizándose por sus mejillas hasta acabar muriendo en sus sienes a la vez que aprieta sus puños con fuerza para clavarse las uñas en la piel e intentar así causarse un dolor que sobrepase al de su corazón y que éste no le duela tanto, pero no obtiene resultado, solo una opresión aún mayor en su pecho.

Hecha un mar de lágrimas, tristeza y dolor, se levanta de la cama lentamente y camina hasta su ventana para sentarse en la repisa de ésta. La lluvia cae con fuerza y rapidez inundando las calles y, eso, la saca una pequeña sonrisa sarcástica, ya que esa pequeña inundación no se puede ni comparar con la que siente ella. Se está ahogando en sentimientos y para eso no hay remedio, no existe ningún medicamento que pueda borrarle todos aquellos recuerdos que no quiere en su mente, aunque, la verdad, tampoco quiere librarse de ellos, lo único que desea es que aflojen esa cuerda que tiene en el cuello y la devuelvan su silla para poder bajar de allí. Poco a poco, el cristal se va empañando a causa de esa respiración que ella siente que le falta. Entonces, el vapor deja ver una frase que se ha escrito anteriormente y no se ha borrado en todo ese tiempo.

-Te quiero -lee en un susurro sintiendo como los recuerdos oprimen a su corazón.

Aún recuerda perfectamente ese momento. Era un día lluvioso como hoy, quizá ese es otro de los motivos por los que los días así le ponen melancólica y le gustan tanto, y él había quedado en ir a su casa para ver abrazados la película que ella eligiera entre palomitas, y eso se disponían a hacer cuando a él le dio por sentarse, justo donde se encuentra ella ahora, a contemplar la lluvia caer. Ella se acercó cautelosa para abrazarle por detrás y susurrarle un 'te quiero' al oído. Él la sonrió regalándole un beso tierno a la vez que la sentaba sobre sus piernas y empañaba el cristal para grabar en él esa frase que ahora ella lee una y otra vez con los ojos empapados en recuerdos y lágrimas. Pasa la mano con delicadeza sobre ese pequeño dibujo creyendo que así podrá sentirle a su lado, pero lo único que consigue es borrar aquel precioso recuerdo.


Cierra los ojos de nuevo y, tras apoyar la cabeza en el frío cristal, siente cómo sus pequeñas reconstrucciones interiores se vuelven a venir abajo. Las lágrimas, que desde hace un rato son dueñas de sus ojos, continúan cayendo con fuerza por sus mejillas siguiendo el ritmo de la lluvia al caer, y sus sollozos quedan ahogados por el eco de la música haciendo que pueda sentir la inmensa soledad que la rodea desde que él se fue de su vida.

miércoles, 30 de julio de 2014

Human.

La canción se reproduce una y otra vez empapando todos tus sentidos pero, sobre todo, tu corazón. Tienes los ojos cerrados para intentar reprimir todo lo que puedes las lágrimas que nacen de tus ojos sin control.


But I'm only human
And I bleed when I fall down.

Recuerdas perfectamente el día en que escuchaste por primera vez esta canción porque es uno de los muchos recuerdos que te quedan de él.

Habéis quedado en unos minutos en el mismo sitio de siempre, el banco que hay debajo de tu casa. Te miras al espejo por última vez y retocas tu brillo de labios tras recolocar los pequeños tirabuzones que has decidido horas atrás hacerte. Coges tu bolso y gritas un 'adiós' a la vez que sales de casa. Ahí está. Viste unas bermudas de color vaquero desteñido, una de sus camisas blancas y sus desgastadas Vans. Está igual de guapo que siempre. Corres hacia él con cuidado de que no se te levante el vestido de seda blanco que llevas y te lanzas a sus brazos regalándole un beso apasionado.

-Estás preciosa, mi niña.
-¿Tú crees? -le preguntas coqueta dando una vuelta sobre ti misma agarrada a su mano.
-No lo creo, es que es así.
-Gracias, mi niño. Tú también estás guapísimo.

Y, tras ese pequeño diálogo, os cogéis de la mano y camináis entre risas y besos hacia la heladería que se encuentra a unos metros.

-¿Qué quieren tomar? -os pregunta educadamente una de las camareras del local
-Un batido de chocolate, por favor.
-Para mí otro.
-¿Algo más?
-No, gracias.

La camarera regresa por donde ha venido y os quedáis solos de nuevo. Te coge las manos cuidadosamente y las envuelve con las suyas realizando ese gesto que a ti tanto te gusta. Entonces oyes los acordes de una canción desconocida para ti y cierras los ojos dejándote llevar por ella.

-Es preciosa -susurras abriendo los ojos para toparte con su tierna mirada.
-Tanto como lo eres tú.
-Te quiero.
-Yo también te quiero, mi niña. Gracias por aparecer en mi vida.

Your words in my head, knives in my heart.

Lloras y lloras sin parar creyendo que así podrás borrar su recuerdo de tu corazón y tu alma, pero sabes que es imposible mientras esta canción siga sonando sin parar, y siempre lo hará, porque, aunque la dejes de reproducir en tu móvil, seguirá haciéndolo en tu corazón. Y, tal vez, sea eso lo que más daño te hace después de todo, su recuerdo imborrable.

I can do it.
I can do it.
I can do it.

Sí, puedes hacerlo, puedes olvidarle.No ahora mismo, pero con el paso del tiempo lo conseguirás. Necesitas hacerlo, necesitas reconstruirte poco a poco para rehacer tu vida y, si no le olvidas, no lograrás conseguirlo porque su recuerdo derrumbará cada pequeña reconstrucción de ti misma impidiéndote avanzar.

La canción acaba por undécima vez y, haciéndote la fuerte, pausas el reproductor. Secas tus lágrimas con fuerza y respiras hondo a la vez que te levantas de la cama para mirarte en el espejo del cuarto de baño. Estás hecha un monstruito, así que decides darte una ducha rápida para después arreglarte con un chándal y, tras coger una caja que guardas en el cajón de tu mesilla, sales corriendo hacia el mirador de la ciudad. Cuando llegas ya ha anochecido, pero te da igual, así la luna será testigo del gran paso que vas a dar para librarte de su recuerdo, de él. Tomas aire y abres la caja con decisión. Sacas la primera foto y la observas, fue la primera foto que os tomasteis juntos y ambos aparecéis en ella con una sonrisa que tú ya no conservas.

-Es el momento -te dices a ti misma a la vez que prendes el mechero y lo acercas a la foto para que la llama se extienda a ella. Contemplas cómo el fuego se va adueñando de ese recuerdo haciéndolo borroso y piensas que ojalá tu mente pudiera borrar los recuerdos con tantísima facilidad. Sueltas la foto y dejas que el viento se lleve con él el comienzo de una historia de amor que nunca debía de haber comenzado.

El tiempo trascurre a la vez que las fotos van desapareciendo poco a poco hasta llegar a la última y más reciente. Esa fue tomada el día en que cumplíais nueve meses, unos días antes de vuestra ruptura. Ambos estáis sonriendo, pero la mirada de él se encuentra apagada, tal vez era porque ya en ese momento sabía que todo iba a acabar muy pronto. Sacas ese pensamiento doloroso de tu mente y tomas un impulso que te cuesta lágrimas de dolor para quemar la foto. Ya está, ya has dado el primer paso para ser feliz, ahora solo te queda seguir luchando por esa felicidad que parece imposible de alcanzar.

Canción: Christina Perri - Human

martes, 29 de julio de 2014

Promesas rotas.

-Creo que es mejor que esto se acabe, Lucía.


Pronuncia esas palabras en un susurro, como si le doliese decirlas, y siento cómo en mi corazón se abre una grieta que comienza a desangrarme poco a poco llenándome de dolor. Bajo la mirada a mis manos que reposan delicadamente sobre mi regazo entrelazadas para conseguir calmar su temblor y suspiro lentamente antes de responderle.


-¿Por qué? Dime un solo motivo para que esto se acabe, porque yo no encuentro ninguno.
-No dejamos de discutir por tonterías, haciéndonos un daño imposible de frenar.
-Tú mismo lo has dicho, ¡solo son tonterías! Quédate y volvamos a intentarlo. Sé que juntos podemos salir adelante, en cambio... si me quedo sola no lograré continuar, me hundiré sin remedio porque tú eres la única persona de este mundo capaz de sacarme a flote, Dario...

Las lágrimas que él había conseguido encerrar el mismo día en que llegó a mi vida rompen cualquier barrera anteriormente creada y comienzan a aflorar de mis ojos haciéndome mucho más débil de lo que ya lo soy. Me muerdo el labio inferior para atrapar ese temblor que se ha adueñado de él y levanto mi mirada para toparme con la suya llena de tristeza. No dice nada y el silencio nos envuelve rápidamente dejando paso a miradas de necesidad. Sí, de necesidad, porque nuestras pupilas dejan al descubierto lo mucho que nos necesitamos mutuamente, lo mucho que necesitamos abrazarnos, besarnos, tocarnos, sentir que todo está bien aunque en realidad no es así, se ha abierto entre nosotros una brecha que ya no podremos cerrar jamás ya que él se ha dado por vencido antes de tiempo, pero no lo juzgo, es más, en el fondo lo entiendo. Bastante ha aguantado ya todo este tiempo, cualquier otra persona no hubiese soportado ni la mitad que él.

-Pequeña -me susurra lentamente a la vez que coge mis manos temblorosas para envolverlas con las suyas- lo siento, siento que esto no haya funcionado porque, créeme, puse todo mi empeño para que tiráramos hacia delante y poder así seguir compartiendo grandes momentos a tu lado hasta terminar envejeciendo juntos.  Siento no poder continuar ayudándote con tu vida. Siento no haber logrado que te vieras a ti misma como una chica preciosa, porque lo eres, de verdad que lo eres. Siento no haber cumplido todas y cada una de las promesas que te susurré entre besos. Siento no ser ese príncipe azul que tú tanto soñabas con encontrar. Siento estar causándote todo este dolor. Y, sobre todo, siento estar disculpándome por todo esto cuando el daño que te estoy haciendo en estos momentos no tiene perdón, así que entenderé que no quieras volver a saber nada de mí, al igual que entenderé que me guardes rencor el resto de tu vida porque me pongo en tu lugar y, joder, me muero de dolor. Pero, pequeña -hace una breve pausa y me seca lentamente las lágrimas que resbalan por mis mejillas con delicadeza- prométeme que no volverás a llorar por mí, prométeme que seguirás luchando por salir a flote aunque yo no esté a tu lado para ayudarte con ello, prométeme que me vas a olvidar, prométeme que vas a rehacer tu vida, prométeme que vas a ser feliz, por favor, prométemelo...
-Te lo prometo -digo dándole el placer de escuchar esas palabras sabiendo y de sobra que esas promesas se van a quedar en el aire al igual que las que él me hizo todo este tiempo atrás.
-Gracias, pequeña.

Y, entonces, acerca sus labios a los míos depositando en ellos un beso que recordaré el resto de mi vida, al igual que recordaré su voz llamándome con esa palabra que tanto me gustaba, pequeña, diciéndome que me quería o que esto iba a ser para siempre; su mirada viéndome amanecer y anochecer cada día; su cuerpo buscándome en mitad de la noche inconscientemente; su sonrisa, esa que me volvió loca desde el momento en que la contemplé y que aún en este momento me parece la más bonita que he visto en la vida; sus abrazos de oso que me daba sin motivo y que tanto me gustaban; sus manos explorando mi cuerpo sin pudor dándome un placer que aún regresa a mí con tan solo pensarlo; sus cosquillas que conseguían hacerme reír cada vez que me hacía la enfadada por una tontería; sus sorpresas en cualquier día inesperado; su pelo enredado entre mis dedos en cada beso; su barbita de dos días arañando con delicadeza mi cuerpo cada vez que besaba cada rincón de mí; su todo.
Se separa lentamente de mí y, tras acariciar mis mejillas para borrar el rastro de mis lágrimas, se aleja de mí poco a poco hasta que nuestras manos están a punto de romper el pequeño hilo que nos une aún. Entonces, se vuelve y me mira una última vez antes de rasgar ese hilo dejándome colgada de él en medio del abismo.