Hoy era uno de esos días en los que su estado de ánimo
estaba acorde con el tiempo. Siempre le habían gustado los días nublados y
lluviosos, aunque causaran en ella unas ganas inmensas de encerrarse en su
habitación a escuchar música mientras las lágrimas afloraban de sus ojos. Y eso
era lo que estaba haciendo. Sus amigas habían salido a dar una vuelta por la
ciudad para despejarse un rato de los estudios, pero ella había rechazado el
plan con la escusa de que no se encontraba bien para, así, poder quedarse en
casa, y en realidad, no mentía, no se encontraba nada bien. Los recuerdos la
estaban asfixiando poco a poco apretando esa cuerda de la que estaba a punto de
colgar. Esa era otra de las consecuencias de los días así, el regreso de
cientos de recuerdos que ya creía olvidados y encerrados con llave en la parte
más oscura de su mente.
Está tumbada en la cama con los ojos cerrados sintiendo cada
palabra de las canciones que suenan en sus oídos como si se tratasen de balas
directas a su corazón. El volumen de la música no estaba muy alto, por lo que
puede escuchar perfectamente el sonido que hace la lluvia al caer, ese sonido
que tanto le gusta, y esa es la gota que colmó el vaso. Sus lágrimas comienzan
a brotar con rabia de sus ojos deslizándose por sus mejillas hasta acabar
muriendo en sus sienes a la vez que aprieta sus puños con fuerza para clavarse
las uñas en la piel e intentar así causarse un dolor que sobrepase al de su
corazón y que éste no le duela tanto, pero no obtiene resultado, solo una
opresión aún mayor en su pecho.
Hecha un mar de lágrimas, tristeza y dolor, se levanta de la
cama lentamente y camina hasta su ventana para sentarse en la repisa de ésta.
La lluvia cae con fuerza y rapidez inundando las calles y, eso, la saca una
pequeña sonrisa sarcástica, ya que esa pequeña inundación no se puede ni
comparar con la que siente ella. Se está ahogando en sentimientos y para eso no
hay remedio, no existe ningún medicamento que pueda borrarle todos aquellos
recuerdos que no quiere en su mente, aunque, la verdad, tampoco quiere librarse
de ellos, lo único que desea es que aflojen esa cuerda que tiene en el cuello y
la devuelvan su silla para poder bajar de allí. Poco a poco, el cristal se va
empañando a causa de esa respiración que ella siente que le falta. Entonces, el
vapor deja ver una frase que se ha escrito anteriormente y no se ha borrado en
todo ese tiempo.
-Te quiero -lee en un susurro sintiendo como los recuerdos
oprimen a su corazón.
Aún recuerda perfectamente ese momento. Era un día lluvioso
como hoy, quizá ese es otro de los motivos por los que los días así le ponen
melancólica y le gustan tanto, y él había quedado en ir a su casa para ver
abrazados la película que ella eligiera entre palomitas, y eso se disponían a
hacer cuando a él le dio por sentarse, justo donde se encuentra ella ahora, a
contemplar la lluvia caer. Ella se acercó cautelosa para abrazarle por detrás y
susurrarle un 'te quiero' al oído. Él la sonrió regalándole un beso tierno a la
vez que la sentaba sobre sus piernas y empañaba el cristal para grabar en él
esa frase que ahora ella lee una y otra vez con los ojos empapados en recuerdos
y lágrimas. Pasa la mano con delicadeza sobre ese pequeño dibujo creyendo que
así podrá sentirle a su lado, pero lo único que consigue es borrar aquel
precioso recuerdo.
Cierra los ojos de nuevo y, tras apoyar la cabeza en el frío
cristal, siente cómo sus pequeñas reconstrucciones interiores se vuelven a
venir abajo. Las lágrimas, que desde hace un rato son dueñas de sus ojos,
continúan cayendo con fuerza por sus mejillas siguiendo el ritmo de la lluvia
al caer, y sus sollozos quedan ahogados por el eco de la música haciendo que
pueda sentir la inmensa soledad que la rodea desde que él se fue de su vida.