viernes, 31 de octubre de 2014

Quizá.

Quizá debería dejar de pensar que toda esta mierda algún día se transformará en algo bonito.

Quizá debería creer en ese dicho de "después de una tormenta siempre sale el sol", pero, joder, ¿cómo iba a creer en semejante estupidez si para mí el sol desapareció, si aquí no hace nada más que venir tormenta tras tormenta sin dejarme ni un solo jodido día de tranquilad? Y, es que, con tantas lluvias que me inundan, veo normal el estar hundida pero, lo que aún es peor, veo normal el estarlo y que nadie sepa captarlo, que ni una sola persona se percate de que me inundan las tempestades tras esa mierda de mueca que, quizá, puedo llamar sonrisa porque, joder, de sonrisa no tiene nada, solo es un trazo que dibuja mi mente en mis labios para tapar todas aquellas heridas que por dentro me desgarran el alma al sentir el escozor que les provoca la sal de este agua que me ahoga, me da un pequeño respiro, y vuelve a la carga, ya que sería muy fácil deshacerse de mí. Soy tan débil que hasta un vaso de cristal resiste más los golpes que yo, pero, oye, que si me parezco en algo a ese vaso, es en que, una vez roto, sus cristales están tan afilados como los míos y cortan, ¡joder que sí cortan! Me desgarran esos pequeños puntos de sutura que he logrado poner en mis heridas para ayudarlas a cicatrizar, pero nada, que si no es por una cosa, es por otra, pero el caso es no recomponerme.

Quizá debería dejar de creer que si no vienen es por miedo a cortarse con mis cristales, por miedo a hundirse conmigo, por miedo a... ¿a mí? Tal vez, porque soy el único monstruo existente, porque el que existía bajo mi cama cuando era niña ha decidido venirse a vivir dentro de mí, porque sigue siendo un sitio frío y oscuro, pero, al menos, se divierte jugando con mis demonios a ver quién consigue ponerme más peso en los hombros para hundirme más aún. Y, es que, tío, tengo el puto infierno dentro de mí desde que vi partir a la gente que era importante para mí, pero, oye, que aquí de calor nada, que esto es más helador que el puto Polo Norte.

Quizá debería darme por vencida porque, total, ¿qué más da una derrota más para apuntar a mi eterna lista? Pero es que, joder, mi puta mente quiere pensar que sí serás mi salvavidas, que llegarás antes de que esté totalmente perdida en esta caída y sea imposible regresar a la cima con o sin tu ayuda. Aunque, bueno, dicen que tengo que ver el lado positivo e inexistente de las cosas, eso hago al sentir que la caída es la única de mis amigas que no se aleja nunca, que siempre está ahí haciéndome ver que no estoy sola. Y ya no sé si eso es para bien o para mal, pero, tío, que no quiero vérmelas con la soledad, la temo como a nada más,y  por eso, quizá, es por lo que me aferro a la mano de la caída como si no hubiera nada más y, en verdad, no lo hay. Vuelvo a estar sola, como es normal en mi jodida vida. Y ahí viene mi puta duda, ¿acaso va a llegar alguien para quedarse hasta el final? Paso de decir "para siempre", he comprobado demasiadas veces que tan solo son dos palabras vacías que la gente dice como si nada, al igual que esos putos "te quiero". Tío, ¿no veis que hacen daño vuestras palabras de mierda? Si no vais a cumplirlas, absteneros de decirlas, que joden, que te hacen trizas, ¿vale?

Quizá debería dejar de sonreírle a las desgracias, pero es que eso es mejor que ir con la cara larga y que nadie sea consciente de ello; o que sí lo sea y no le importe lo más mínimo; o que se preocupen por quedar bien, para hundirte un poco más porque sabes que todo lo que te dicen no es de verdad, que, en realidad, sí estás sola porque nunca tienes un hombro donde llorar. Y es que estoy harta de estar rodeada de gente falsa, de tener a las únicas personas que me importan de verdad a kilómetros.

Quizá debería hacer algo por cambiar mi vida, pero ya no es solo el qué hacer, también está el cómo hacerlo. Me resulta imposible cambiar el rumbo de mi vida cuando, el ser un barco a la deriva porque nadie se ofrecía a dirigirme, me hizo encallar y hundir. Dime cómo salir de aquí, te juro que gasto el poco aliento de vida que tengo en ello, ¿o es que acaso crees que si sigo aquí es porque quiero? Eso me causa gracia. Dime, ¿por qué piensas que si estoy cada día más hundida es porque quiero?, ¿acaso crees que soy masoquista? Tío, que no, que el dolor puede ser soportable hasta cierto punto, pero es que, ni eso, no aprendo a convivir con él, siempre está haciéndome caer y, joder, quiero aprender a subir a la cima, pero la subida es tan escarpada que mis pocas esperanzas de llegar se esfuman con nada, dejándome caer en ésta.

Quizá debería dejar de pensar que es imposible, aún conociendo a la perfección el significado de dicha palabra, abandonar a la soledad.

Y, es que, existen miles de quizás en mi vida, pero, si hay algo que tengo totalmente claro, es este sentimiento de que estoy totalmente sola, de que no existe nadie con las ganas suficientes de quedarse en esta autodestrucción continua que, poco a poco, me va arrebatando las ganas de seguir luchando por ponerme en pie, por salir viva de este jodido desastre que me inunda.

viernes, 17 de octubre de 2014

Del amor al roto hay solo un paso.

Tenías el don de hacer que, a tu lado, todo pareciera un poco mejor, por no decir perfecto, al igual que ese vaho que inunda los cristales difuminando la realidad, haciéndola más bonita, pero, oye, tanto te parecías a él que, al final, tú también te evaporaste en cuanto llegó un poco de calor a despertarte, a quitarte ese pañuelo que tapaba tus ojos haciendo que vieras en mí algo que nunca nadie había visto, algo que desapareció porque nunca había existido, como este amor inventado al que me aferro para no caer del borde, o no hacerlo hasta que tú no estés abajo para recogerme en tus brazos o curarme las heridas si llegas tarde. Pero, hay días en los que el frío me envuelve, la mayoría, y no solo exteriormente, y siento que mis ojos se empañan como el cristal en el que un día escribiste nuestros nombres con un corazón a su alrededor, y, entonces, ese dibujo cobra vida, quizá con menos nitidez que la vez anterior, pero vuelve, al igual que tu recuerdo y, joder, no sé cómo hacer para arrancarlo y conseguir, así, salir del pasado que me está matando, porque no es tan fácil como coger un trapo y borrarlo, o como echar un poco de pintura encima para cubrir todo eso que hoy vuelve porque, en realidad, nunca se ha ido, no tuvo el valor para tomar el camino por el que tú te perdiste, al igual que yo me pierdo en ganas de decirte adiós para rehacer poco a poco mis ruinas, esas que siempre recordarán tu risa pero que, para llevarme la contraria, quieren sentir otras manos recorriéndolas sin prisa, causándolas risa con una dosis de cosquillas, alzándose lentamente para llegar a la cima y, desde allí, verte en el abismo del que, hoy, quieren salir. Y, es que, dicen que del amor al odio hay solo un paso, y parece que mis heridas se han adelantado y quieren tomarlo sin mi consentimiento porque, oye, que yo no le veo el sentido a eso de odiar a quien te enseñó a amar, no solo a esa otra persona, sino, a ti misma, porque, aunque fuera un poquito, hizo que me viera a gusto cada vez que mi reflejo me saludaba con una sonrisa en la cara gracias a los piropos que él me echaba cada mañana sin importarle mis pelos alborotados, mi cara de sueño, o mi levantar con el pie izquierdo. Prefiero darle un cambio a ese refrán, suponiendo que, al menos, eso se me dará bien, ya que, lo de escribir mi libro nunca me ha salido para tirar cohetes, por eso está lleno de tachones, hojas arrancadas, páginas marcadas para volver a releerlas en plan masoquista, vamos, un caos, como mi vida propia.

Del amor al roto hay solo un paso. Tú ya lo has dado, sin previo aviso, sin concederme la opción de darlo yo primero pero, ¿de qué hubiera servido? ¿A caso se puede llenar de destrozos a alguien que no siente nada por ti? Él a mí sí me importaba, mejor dicho, me importa, porque no soy capaz de olvidarle de la noche a la mañana, como él ha hecho conmigo, aunque, quizá, no sea eso, sino algo más doloroso que no me permito pensar nada más que cuando no puedo más, cuando siento que estoy a punto de explotar, pero, oye, que nunca termino haciéndolo porque no quiero afirmar esas sospechas que habitan en mi cabeza, aunque, joder, ¿para qué negar lo que está a la vista de cualquiera? No lo hago porque no puedo, o, bueno, porque no quiero, porque sé que no causaré ningún destrozo, porque soy ese cero a la izquierda que hasta yo misma borro. Nunca me quiso, tan solo fui como ese muñeco nuevo que se le regala a un niño pequeño y que, a los dos días, no se acuerda ni de que existe pese a toda la emoción que le causó verlo por primera vez al romper ese papel que lo envolvía y, exactamente así es como estoy yo ahora, rota, sin que a nadie le importe lo más mínimo este jodido vacío que me consume, que me lleva a un caos de heridas que no tienen cura, que no cierran ni las mejores agujas, que solo se profundizan a medida que caigo por un precipicio que ya no es el de sus pupilas. Y, es que, tu amor fue como el fuego, te quita el frío, te arropa con sus llamas, te cuida de animales salvajes que quieran destrozarte, pero, claro, como todas las cosas, tiene un lado malo que no he sabido ver hasta ahora, cuando me imagino a esta carta consumiéndose en el viento como todas las que te escribo noche tras noche, cuando pienso que soy yo aferrándome a ti, negándome a ver que podías causarme tanto daño después de sacarme de aquel océano que me tenía presa, pero, es que, joder, quise tanto aquel jodido fuego que no me di cuenta de que, poco a poco, me iba consumiendo mientras él crecía, mientras se hacía grande con mis cenizas, esas que son lo único que me has dejado además de unos recuerdos que me hacen complicado eso de mandarte al olvido, eso de dejar de estar anclada al pasado para sentirte aún entre mis brazos, eso de dejar de ser un barco malherido y encallado en cada línea de nuestro cuento que releo cada noche como única manera de conciliar el sueño ahora que no te tengo, ahora que el frío se ha adueñado de tu lado de la cama para arroparme cuando cierro los ojos abrazada a la soledad que envuelve mis lágrimas ahogadas en la almohada, esa que, por fin, ha encontrado el sentido a su vivir ya que, antes, tu pecho era quien hacía de ella y, sinceramente, tiene mucho que envidiarle porque jamás será ni una mínima parte de reconfortable, ni sentirá el palpitar de mi corazón sino, el silencio de mis gritos mudos.

Creo que ha llegado el momento de decirte un nuevo ‘hasta luego', porque aún no ha llegado el momento para enfrentarme al miedo y decirte ‘adiós' para siempre, ya que es una palabra muy fuerte que ni tú supiste cumplir. Iré a comprar tabaco, de ese que pone ‘fumar mata', y, seguramente regrese, porque no creo que perdiéndome vaya a encontrarte, ni a ti, ni a mí, ya que sigo perdida en aquel laberinto que construí a besos siguiendo la línea de esos pequeños paraísos que formaban tus lunares y, chico, la verdad es que no sé si realmente me quiero encontrar porque, aquí, tampoco se está tan mal, al menos vivo acompañada por la soledad y el frío me arropa cada noche intentando ponerme la piel de gallina tal y como tú lo hacías, queriendo sentirse querido por alguien tan helador como él mismo.

PD: Lo siento, pequeña, pero necesito quemarte al viento para liberar mínimamente estas cenizas que me consumen por dentro. No pierdas la esperanza, llegará ese día en que te deje viva por si le da por volver, para que sepa que no me va a encontrar, que me encontré en aquel camino hacia un poco menos de vida sin él gracias a una cajetilla como esta, como la que se consume a la luz de la luna segundos antes de hacerme trizas de la mano de tus cenizas.


Att: Pingüi.

domingo, 5 de octubre de 2014

"Caminando" sola.

Despierta envuelta por la gran oscuridad de la habitación y, nada más hacerlo, se gira en la cama para buscarte al otro lado contemplándola como siempre hacías si despertabas antes que ella, y, sino, para observarte dormir con una sonrisa en la cara que ella pensaba que era causada por la misma razón por la que ella sonreía, vuestra relación. Enseguida capta el frío que desprende tu ausencia y se viene abajo. Aún no ha conseguido olvidarte, le resulta imposible borrarte de su pasado como si fuera algo tan fácil como tachar tu nombre en todo el libro. No, no puede ignorar la única parte buena de su vida, no puede hacer como si nunca la hubiera vivido. Porque, joder, ¿cómo va a ignorar lo único que le hizo sonreír sin mentir? ¿Cómo va a dejar de recordar si todo la lleva a ese pasado en el que caminaba de su mano? Y, es que, ahora camina sola, aunque, bueno, ésto, de caminar tiene poco, ya que casi nunca logra avanzar y, si lo hace, es arrastrándose por el suelo porque no encuentra a nadie que entienda el porqué de tus noches en vela transformadas en ojeras donde nadie querría perderse.

Se levanta lentamente de la cama sin ganas de hacer nada, tan solo de girarse y buscarte en ese camino que la lleva de vuelta a tus brazos o, quizá, tan solo la lleve a un abismo más profundo y doloroso que el de tus ojos.

Sube la persiana para hacer desaparecer esa oscuridad que la envuelve, pero eso no consigue hacer que, la que la invade por dentro, no siga ahí aferrada a su recuerdo, a su quiero y no puedo, porque, joder, quiere correr de nuevo junto a tus brazos, pero es que, éstos, ya están ocupados por otra ya que, tú, a diferencia de ella, sí has logrado olvidar o, quizá, y tan solo quizá, ya que es una mínima posibilidad, solo estés regalando besos para recordar el sabor de sus "te quiero" entre éstos, porque tu orgullo está por encima de todo lo demás; porque no quieres admitir que te equivocaste al dejarla; porque te importaba, pero tu ego de machote te impedía reconocerlo y hacerlo público; porque el qué dirán estaba por encima de todo lo que sentías y nunca más volverás a sentir; porque nadie llena tus cicatrices como ella lo hacía; porque te pasarás el resto de tu vida recordando aquel fallo; porque no tienes el valor suficiente para aceptar que, sin ella, estás jodido, ya que no hay nadie que le de brillo a tus días; porque la echas de menos y, ahora, te atreves a decir, sinceramente, que la quieres, pero ya es tarde, muchacho, porque, ella, se muere por volver a sentirse protegida entre tus brazos, pero piensa que todo fue una jodida mentira que la dejó deshecha y, en cierto modo, así fue.

Enseguida se topa con aquella foto que hay colgada en la pared de enfrente de vuestra cama, aquella en la que ambos salís sonriendo mientras os coméis a besos. Se acerca lentamente hacia ella y pasa las yemas de sus dedos con mimo por tu cara, recordando lo que era verla cada mañana al otro lado de la cama dándole esperanzas de salir a flote. Después, se centra en dibujar con sus dedos la línea fina de tu boca, añorando el limpiarla con su lengua cada vez que se manchaba de ese chocolate matutino que tú solías preparar cada día para darle un buen despertar, porque no sabías que, con solo tenerte entre sus sábanas mimando todas aquellas cicatrices que le recuerdan su duro pasado, ella era completamente feliz.

Y, entonces, rompe en lágrimas sin tener a nadie que sepa percatarlas, enjuagarlas y romperlas en besos. Ya no puede más, siente que su barco está naufragando lentamente sin que, absolutamente nadie, lo pare, sin nadie a quién le importe esa coraza que está creando alrededor de su corazón para ahorrarle un poco de dolor, aunque, chico, que si eres tú el que lo causa, lleva un poco menos de sufrimiento.