Todavía tengo más alcohol corriendo por mis venas que sangre para latir adecuadamente. Sin embargo, cada uno de estos bombeos destartalados, desacompasados y chirriantes, gritan tu nombre a cada disparo y te piden que vuelvas con señales de humo provocado por la quema de guías que me indiquen cómo salir de ti sin ni siquiera tenerte.
Porque, en el fondo, allí donde habito yo sin saber cómo respirar bajo agua llorada, no se está tan mal viviendo mano a mano con tu fantasma. Fíjate, incluso voy consiguiendo sentirme acunada por él en las caídas del sol en las que ni la noche sabe cantarme una nana al oído hasta llevarme al mundo de los sueños rotos.