viernes, 31 de octubre de 2014

Quizá.

Quizá debería dejar de pensar que toda esta mierda algún día se transformará en algo bonito.

Quizá debería creer en ese dicho de "después de una tormenta siempre sale el sol", pero, joder, ¿cómo iba a creer en semejante estupidez si para mí el sol desapareció, si aquí no hace nada más que venir tormenta tras tormenta sin dejarme ni un solo jodido día de tranquilad? Y, es que, con tantas lluvias que me inundan, veo normal el estar hundida pero, lo que aún es peor, veo normal el estarlo y que nadie sepa captarlo, que ni una sola persona se percate de que me inundan las tempestades tras esa mierda de mueca que, quizá, puedo llamar sonrisa porque, joder, de sonrisa no tiene nada, solo es un trazo que dibuja mi mente en mis labios para tapar todas aquellas heridas que por dentro me desgarran el alma al sentir el escozor que les provoca la sal de este agua que me ahoga, me da un pequeño respiro, y vuelve a la carga, ya que sería muy fácil deshacerse de mí. Soy tan débil que hasta un vaso de cristal resiste más los golpes que yo, pero, oye, que si me parezco en algo a ese vaso, es en que, una vez roto, sus cristales están tan afilados como los míos y cortan, ¡joder que sí cortan! Me desgarran esos pequeños puntos de sutura que he logrado poner en mis heridas para ayudarlas a cicatrizar, pero nada, que si no es por una cosa, es por otra, pero el caso es no recomponerme.

Quizá debería dejar de creer que si no vienen es por miedo a cortarse con mis cristales, por miedo a hundirse conmigo, por miedo a... ¿a mí? Tal vez, porque soy el único monstruo existente, porque el que existía bajo mi cama cuando era niña ha decidido venirse a vivir dentro de mí, porque sigue siendo un sitio frío y oscuro, pero, al menos, se divierte jugando con mis demonios a ver quién consigue ponerme más peso en los hombros para hundirme más aún. Y, es que, tío, tengo el puto infierno dentro de mí desde que vi partir a la gente que era importante para mí, pero, oye, que aquí de calor nada, que esto es más helador que el puto Polo Norte.

Quizá debería darme por vencida porque, total, ¿qué más da una derrota más para apuntar a mi eterna lista? Pero es que, joder, mi puta mente quiere pensar que sí serás mi salvavidas, que llegarás antes de que esté totalmente perdida en esta caída y sea imposible regresar a la cima con o sin tu ayuda. Aunque, bueno, dicen que tengo que ver el lado positivo e inexistente de las cosas, eso hago al sentir que la caída es la única de mis amigas que no se aleja nunca, que siempre está ahí haciéndome ver que no estoy sola. Y ya no sé si eso es para bien o para mal, pero, tío, que no quiero vérmelas con la soledad, la temo como a nada más,y  por eso, quizá, es por lo que me aferro a la mano de la caída como si no hubiera nada más y, en verdad, no lo hay. Vuelvo a estar sola, como es normal en mi jodida vida. Y ahí viene mi puta duda, ¿acaso va a llegar alguien para quedarse hasta el final? Paso de decir "para siempre", he comprobado demasiadas veces que tan solo son dos palabras vacías que la gente dice como si nada, al igual que esos putos "te quiero". Tío, ¿no veis que hacen daño vuestras palabras de mierda? Si no vais a cumplirlas, absteneros de decirlas, que joden, que te hacen trizas, ¿vale?

Quizá debería dejar de sonreírle a las desgracias, pero es que eso es mejor que ir con la cara larga y que nadie sea consciente de ello; o que sí lo sea y no le importe lo más mínimo; o que se preocupen por quedar bien, para hundirte un poco más porque sabes que todo lo que te dicen no es de verdad, que, en realidad, sí estás sola porque nunca tienes un hombro donde llorar. Y es que estoy harta de estar rodeada de gente falsa, de tener a las únicas personas que me importan de verdad a kilómetros.

Quizá debería hacer algo por cambiar mi vida, pero ya no es solo el qué hacer, también está el cómo hacerlo. Me resulta imposible cambiar el rumbo de mi vida cuando, el ser un barco a la deriva porque nadie se ofrecía a dirigirme, me hizo encallar y hundir. Dime cómo salir de aquí, te juro que gasto el poco aliento de vida que tengo en ello, ¿o es que acaso crees que si sigo aquí es porque quiero? Eso me causa gracia. Dime, ¿por qué piensas que si estoy cada día más hundida es porque quiero?, ¿acaso crees que soy masoquista? Tío, que no, que el dolor puede ser soportable hasta cierto punto, pero es que, ni eso, no aprendo a convivir con él, siempre está haciéndome caer y, joder, quiero aprender a subir a la cima, pero la subida es tan escarpada que mis pocas esperanzas de llegar se esfuman con nada, dejándome caer en ésta.

Quizá debería dejar de pensar que es imposible, aún conociendo a la perfección el significado de dicha palabra, abandonar a la soledad.

Y, es que, existen miles de quizás en mi vida, pero, si hay algo que tengo totalmente claro, es este sentimiento de que estoy totalmente sola, de que no existe nadie con las ganas suficientes de quedarse en esta autodestrucción continua que, poco a poco, me va arrebatando las ganas de seguir luchando por ponerme en pie, por salir viva de este jodido desastre que me inunda.

viernes, 17 de octubre de 2014

Del amor al roto hay solo un paso.

Tenías el don de hacer que, a tu lado, todo pareciera un poco mejor, por no decir perfecto, al igual que ese vaho que inunda los cristales difuminando la realidad, haciéndola más bonita, pero, oye, tanto te parecías a él que, al final, tú también te evaporaste en cuanto llegó un poco de calor a despertarte, a quitarte ese pañuelo que tapaba tus ojos haciendo que vieras en mí algo que nunca nadie había visto, algo que desapareció porque nunca había existido, como este amor inventado al que me aferro para no caer del borde, o no hacerlo hasta que tú no estés abajo para recogerme en tus brazos o curarme las heridas si llegas tarde. Pero, hay días en los que el frío me envuelve, la mayoría, y no solo exteriormente, y siento que mis ojos se empañan como el cristal en el que un día escribiste nuestros nombres con un corazón a su alrededor, y, entonces, ese dibujo cobra vida, quizá con menos nitidez que la vez anterior, pero vuelve, al igual que tu recuerdo y, joder, no sé cómo hacer para arrancarlo y conseguir, así, salir del pasado que me está matando, porque no es tan fácil como coger un trapo y borrarlo, o como echar un poco de pintura encima para cubrir todo eso que hoy vuelve porque, en realidad, nunca se ha ido, no tuvo el valor para tomar el camino por el que tú te perdiste, al igual que yo me pierdo en ganas de decirte adiós para rehacer poco a poco mis ruinas, esas que siempre recordarán tu risa pero que, para llevarme la contraria, quieren sentir otras manos recorriéndolas sin prisa, causándolas risa con una dosis de cosquillas, alzándose lentamente para llegar a la cima y, desde allí, verte en el abismo del que, hoy, quieren salir. Y, es que, dicen que del amor al odio hay solo un paso, y parece que mis heridas se han adelantado y quieren tomarlo sin mi consentimiento porque, oye, que yo no le veo el sentido a eso de odiar a quien te enseñó a amar, no solo a esa otra persona, sino, a ti misma, porque, aunque fuera un poquito, hizo que me viera a gusto cada vez que mi reflejo me saludaba con una sonrisa en la cara gracias a los piropos que él me echaba cada mañana sin importarle mis pelos alborotados, mi cara de sueño, o mi levantar con el pie izquierdo. Prefiero darle un cambio a ese refrán, suponiendo que, al menos, eso se me dará bien, ya que, lo de escribir mi libro nunca me ha salido para tirar cohetes, por eso está lleno de tachones, hojas arrancadas, páginas marcadas para volver a releerlas en plan masoquista, vamos, un caos, como mi vida propia.

Del amor al roto hay solo un paso. Tú ya lo has dado, sin previo aviso, sin concederme la opción de darlo yo primero pero, ¿de qué hubiera servido? ¿A caso se puede llenar de destrozos a alguien que no siente nada por ti? Él a mí sí me importaba, mejor dicho, me importa, porque no soy capaz de olvidarle de la noche a la mañana, como él ha hecho conmigo, aunque, quizá, no sea eso, sino algo más doloroso que no me permito pensar nada más que cuando no puedo más, cuando siento que estoy a punto de explotar, pero, oye, que nunca termino haciéndolo porque no quiero afirmar esas sospechas que habitan en mi cabeza, aunque, joder, ¿para qué negar lo que está a la vista de cualquiera? No lo hago porque no puedo, o, bueno, porque no quiero, porque sé que no causaré ningún destrozo, porque soy ese cero a la izquierda que hasta yo misma borro. Nunca me quiso, tan solo fui como ese muñeco nuevo que se le regala a un niño pequeño y que, a los dos días, no se acuerda ni de que existe pese a toda la emoción que le causó verlo por primera vez al romper ese papel que lo envolvía y, exactamente así es como estoy yo ahora, rota, sin que a nadie le importe lo más mínimo este jodido vacío que me consume, que me lleva a un caos de heridas que no tienen cura, que no cierran ni las mejores agujas, que solo se profundizan a medida que caigo por un precipicio que ya no es el de sus pupilas. Y, es que, tu amor fue como el fuego, te quita el frío, te arropa con sus llamas, te cuida de animales salvajes que quieran destrozarte, pero, claro, como todas las cosas, tiene un lado malo que no he sabido ver hasta ahora, cuando me imagino a esta carta consumiéndose en el viento como todas las que te escribo noche tras noche, cuando pienso que soy yo aferrándome a ti, negándome a ver que podías causarme tanto daño después de sacarme de aquel océano que me tenía presa, pero, es que, joder, quise tanto aquel jodido fuego que no me di cuenta de que, poco a poco, me iba consumiendo mientras él crecía, mientras se hacía grande con mis cenizas, esas que son lo único que me has dejado además de unos recuerdos que me hacen complicado eso de mandarte al olvido, eso de dejar de estar anclada al pasado para sentirte aún entre mis brazos, eso de dejar de ser un barco malherido y encallado en cada línea de nuestro cuento que releo cada noche como única manera de conciliar el sueño ahora que no te tengo, ahora que el frío se ha adueñado de tu lado de la cama para arroparme cuando cierro los ojos abrazada a la soledad que envuelve mis lágrimas ahogadas en la almohada, esa que, por fin, ha encontrado el sentido a su vivir ya que, antes, tu pecho era quien hacía de ella y, sinceramente, tiene mucho que envidiarle porque jamás será ni una mínima parte de reconfortable, ni sentirá el palpitar de mi corazón sino, el silencio de mis gritos mudos.

Creo que ha llegado el momento de decirte un nuevo ‘hasta luego', porque aún no ha llegado el momento para enfrentarme al miedo y decirte ‘adiós' para siempre, ya que es una palabra muy fuerte que ni tú supiste cumplir. Iré a comprar tabaco, de ese que pone ‘fumar mata', y, seguramente regrese, porque no creo que perdiéndome vaya a encontrarte, ni a ti, ni a mí, ya que sigo perdida en aquel laberinto que construí a besos siguiendo la línea de esos pequeños paraísos que formaban tus lunares y, chico, la verdad es que no sé si realmente me quiero encontrar porque, aquí, tampoco se está tan mal, al menos vivo acompañada por la soledad y el frío me arropa cada noche intentando ponerme la piel de gallina tal y como tú lo hacías, queriendo sentirse querido por alguien tan helador como él mismo.

PD: Lo siento, pequeña, pero necesito quemarte al viento para liberar mínimamente estas cenizas que me consumen por dentro. No pierdas la esperanza, llegará ese día en que te deje viva por si le da por volver, para que sepa que no me va a encontrar, que me encontré en aquel camino hacia un poco menos de vida sin él gracias a una cajetilla como esta, como la que se consume a la luz de la luna segundos antes de hacerme trizas de la mano de tus cenizas.


Att: Pingüi.

domingo, 5 de octubre de 2014

"Caminando" sola.

Despierta envuelta por la gran oscuridad de la habitación y, nada más hacerlo, se gira en la cama para buscarte al otro lado contemplándola como siempre hacías si despertabas antes que ella, y, sino, para observarte dormir con una sonrisa en la cara que ella pensaba que era causada por la misma razón por la que ella sonreía, vuestra relación. Enseguida capta el frío que desprende tu ausencia y se viene abajo. Aún no ha conseguido olvidarte, le resulta imposible borrarte de su pasado como si fuera algo tan fácil como tachar tu nombre en todo el libro. No, no puede ignorar la única parte buena de su vida, no puede hacer como si nunca la hubiera vivido. Porque, joder, ¿cómo va a ignorar lo único que le hizo sonreír sin mentir? ¿Cómo va a dejar de recordar si todo la lleva a ese pasado en el que caminaba de su mano? Y, es que, ahora camina sola, aunque, bueno, ésto, de caminar tiene poco, ya que casi nunca logra avanzar y, si lo hace, es arrastrándose por el suelo porque no encuentra a nadie que entienda el porqué de tus noches en vela transformadas en ojeras donde nadie querría perderse.

Se levanta lentamente de la cama sin ganas de hacer nada, tan solo de girarse y buscarte en ese camino que la lleva de vuelta a tus brazos o, quizá, tan solo la lleve a un abismo más profundo y doloroso que el de tus ojos.

Sube la persiana para hacer desaparecer esa oscuridad que la envuelve, pero eso no consigue hacer que, la que la invade por dentro, no siga ahí aferrada a su recuerdo, a su quiero y no puedo, porque, joder, quiere correr de nuevo junto a tus brazos, pero es que, éstos, ya están ocupados por otra ya que, tú, a diferencia de ella, sí has logrado olvidar o, quizá, y tan solo quizá, ya que es una mínima posibilidad, solo estés regalando besos para recordar el sabor de sus "te quiero" entre éstos, porque tu orgullo está por encima de todo lo demás; porque no quieres admitir que te equivocaste al dejarla; porque te importaba, pero tu ego de machote te impedía reconocerlo y hacerlo público; porque el qué dirán estaba por encima de todo lo que sentías y nunca más volverás a sentir; porque nadie llena tus cicatrices como ella lo hacía; porque te pasarás el resto de tu vida recordando aquel fallo; porque no tienes el valor suficiente para aceptar que, sin ella, estás jodido, ya que no hay nadie que le de brillo a tus días; porque la echas de menos y, ahora, te atreves a decir, sinceramente, que la quieres, pero ya es tarde, muchacho, porque, ella, se muere por volver a sentirse protegida entre tus brazos, pero piensa que todo fue una jodida mentira que la dejó deshecha y, en cierto modo, así fue.

Enseguida se topa con aquella foto que hay colgada en la pared de enfrente de vuestra cama, aquella en la que ambos salís sonriendo mientras os coméis a besos. Se acerca lentamente hacia ella y pasa las yemas de sus dedos con mimo por tu cara, recordando lo que era verla cada mañana al otro lado de la cama dándole esperanzas de salir a flote. Después, se centra en dibujar con sus dedos la línea fina de tu boca, añorando el limpiarla con su lengua cada vez que se manchaba de ese chocolate matutino que tú solías preparar cada día para darle un buen despertar, porque no sabías que, con solo tenerte entre sus sábanas mimando todas aquellas cicatrices que le recuerdan su duro pasado, ella era completamente feliz.

Y, entonces, rompe en lágrimas sin tener a nadie que sepa percatarlas, enjuagarlas y romperlas en besos. Ya no puede más, siente que su barco está naufragando lentamente sin que, absolutamente nadie, lo pare, sin nadie a quién le importe esa coraza que está creando alrededor de su corazón para ahorrarle un poco de dolor, aunque, chico, que si eres tú el que lo causa, lleva un poco menos de sufrimiento.

viernes, 29 de agosto de 2014

Cenizas.

Sentada en la pequeña repisa del balcón de su habitación, contempla la luna llena que ilumina ese cielo vacío de estrellas y tan negro como su jodida vida. Cierra los ojos unos segundos y, cuando los abre, sonríe levemente con las lágrimas a punto de brotar de sus ojos y los recuerdos de aquel precioso día inundándola por completo.

Corréis por el paseo marítimo entre risas por ver quién llega primero al muelle. Sabes perfectamente que te está dejando ganar, pero lo que no sabes que solo lo hace para contemplar una vez más tu sonrisa, esa que tú odias por el aparato que te pusieron unos meses atrás. Te paras en el borde del muelle y comienzas a saltar mientras gritas.

-¡Te he ganado, guaperas de gimnasio!

-No sé cómo ha podido pasar -te responde justo antes de sacarte la lengua. Le miras de reojo y te cruzas de brazos haciéndote la enfadada. Enseguida va hacia a ti para camelarte con palabras bonitas entrecortadas por besos. Ríes y le muerdes levemente el labio inferior, ya que sabes que le encanta. Niega con la cabeza y, antes de que puedas verlo venir, ambos estáis cayendo al agua por iniciativa de él. Guardando dentro de ti todas esas ganas que tienes de reír por las miradas de la gente, comienzas a salpicarle hasta que él te envuelve con sus fuertes brazos y te besa en la frente para, después, sacarte del agua cogida como a una novia y caminar de vuelta a la playa de tu mano.

-¡Qué vergüenza! -exclamas sin poder evitar que tus mejillas se tiñan de rojo al ver cómo os mira la gente.

-¿Por qué?

-Mira cómo nos mira la gente, pensarán que somos dos locos que se han escapado de manicomio.

-Pues, por una parte, tienen razón. Estoy loco, loco por ti, pequeña.

-Hugo...

-Dime -te contesta aguantando sus ganas de reír al ver cómo, cada vez, tus mejillas están más y más rojas.

-No me hagas esto, bastante mal lo estoy pasando ya por ir así por la calle como para que me digas esas cosas a las que aún no me acostumbro.

-Así, ¿cómo?

-¡Empapada!

-Oye, pues a mí me gusta más cómo te queda así el vestido.

-Mira que eres idiota -dices dándole un pequeño empujón justo antes de ocultar tus mejillas encendidas en su pecho. Te abraza y tú sientes que nada puede ir mal si está él a tu lado para ayudarte a superar cada bache del camino que te lleve a caer. Aspiras su aroma y sonríes sin fingir la sonrisa que aparece en tu cara, como llevas haciéndolo desde que lo conociste.

De la mano, camináis descalzos por la arena de la playa hasta que decidís sentaros. Primero lo hace él para que, después, tú tomes asiento entre sus piernas y, así, pueda envolverte con sus brazos mientras apoyas tu cabeza en su hombro izquierdo y contemplas el atardecer desde sus pupilas.

-Me gusta estar así, a tu lado, sin hacer nada, tan solo disfrutar de tu presencia porque sé que algún no muy lejano día te irás.

-¿Por qué piensas eso, pequeña?

-Tarde o temprano, todo el que entra en mi vida, acaba marchándose porque no soporta vivir con el miedo a que le caiga encima alguna de las piedras de mis ruinas, y, tú, no vas a ser diferente al resto.

-Tus ruinas son, incluso, más bonitas que las de Roma pero, si hace falta, las reconstruiré para que desaparezca ese temor que tienes a que decida irme por miedo a salir herido.

-¿Ves la luna? -le preguntas mientras muerdes con ansia tu labio inferior para que el dolor anule las ganas de llorar. Asiente levemente y tú esbozas una pequeña sonrisa- Algún día, el que tú desaparezcas de mi vida, yo seré como ella, estaré acompañada por la soledad y envuelta por la oscuridad pero, yo, a diferencia de ella, estaré vacía y no brillaré, seré ese túnel en el que nadie se atreve a adentrarse por miedo a lo que pueda haber en él ya que, a causa de su oscuridad, no se puede ver qué esconde dentro de él.

Aprieta los puños con fuerza queriendo romper así la huella de sus manos encajando a la perfección con las suyas y, lentamente, se pone en pie sobre la repisa con aquella carta que él la dejó cuando se esfumó de su vida sin ni siquiera despedirse de ella en persona. Prende el mechero y observa cómo baila la llama movida por la suave brisa nocturna mientras la primera lágrima se desliza por su mejilla dando paso a otras muchas que se perderán en su cuello en vez de hacerlo entre sus dedos, como la prometió. Abre la carta y, tras leer aquellas dos palabras, que aparecen en ella, una vez más, acerca el mechero y, ésta, rápidamente, desaparece entre sus dedos. Observa las cenizas caer desde aquel balcón movidas por la brisa y repara en los cortes recientes de sus muñecas, esos que se hizo para que tus recuerdos dejaran de doler durante unos instantes. Mira hacia abajo siguiendo el pequeño rastro de las cenizas de aquella carta para compararlas con las que habitan en ella consumiéndola cada día un poco más, y piensa en tirarse, porque, total, nadie llorará su pérdida. Cierra los ojos, adelanta un pie, adelanta el otro, aprieta los puños y piensa en él.

-¿Merece la pena seguir viviendo, Irene? -se pregunta a si misma sabiendo muy bien la respuesta.



lunes, 4 de agosto de 2014

Ya no estás.

Abre los ojos lentamente para acostumbrarse a la oscuridad de la habitación y, en cuanto lo hace, busca tu cuerpo en el otro lado de la cama, pero, como siempre, solo encuentra vacío. Aún sigue despertando cada día imaginando que has vuelto con ella, que tu partida solo ha sido un mal sueño, pero no, tu ausencia es la única y jodida realidad. Suspira intentando no recordar tu partida, pero le resulta imposible, tanto como sonreír cada día para aparentar estar bien cuando, en realidad, está tan rota como una muñeca de porcelana que se ha caído al suelo por no tratarla con cuidado, con el mimo que se merece.

Acababa de abrir los ojos después de una dura noche de insomnio que llevaba tu nombre y ya sabe que este iba a ser otro día de mierda, como todos los que habían pasado desde que tú no estabas a su lado porque, joder, tú eras el único que conseguía hacerla sonreír como nunca antes lo había hecho, tú la calaste tan hondo que ahora no puede sacarte de su corazón, tú te volviste tan esencial en su vida como el respirar y ahora... ahora ya no estás, ahora ya no encuentra motivos para continuar andando en una vida que ya no tiene desde que tú no estás, ahora no hay nadie que la saque a flote, ahora nadie le dice lo bonita que es hasta que ella termina por creérselo, ahora no ve luz al final del túnel, tan solo encuentra una oscuridad comparable a la de su corazón.

Se remueve en la cama intentando encontrar una postura en la que estar cómoda y, así, lograr conciliar el sueño de nuevo, pero no lo consigue por más que lo intenta, ya que lo único que quiere es abrazarse a ti y utilizar tu pecho como almohada, pero solo le queda la opción de rodear la almohada con sus brazos y respirar tu perfume impregnado en ella para conseguir caer rendida ante el sueño, aunque eso nunca es suficiente, ya que solo consigue atraer tu recuerdo más y más haciendo que sus ojos comiencen a brillar en la oscuridad de la noche por culpa de lágrimas mudas que llevan tu nombre en ellas.

Cierra los ojos lentamente y aprieta la mandíbula para impedir que las lágrimas comiencen a brotar una tras otra de sus ojos empapando su almohada. Tu recuerdo envuelve su mente y atormenta su corazón pero no lucha por apartarlo, sino que lo deja aparecer sin pegas.

Te encuentras tumbado al otro lado de la cama con uno de tus brazos abarcando totalmente la almohada para juguetear con los mechones de pelo que caen por su rostro sonriente, mientras el otro brazo se encarga de envolver tus manos con la suya. Ella te contempla como si fueras un sueño que se va a esfumar en cuanto despierte y, realmente, no se equivoca, desaparecerás al igual que desaparece el humo de ese cigarro que te fumas siempre antes de irte a dormir. La sonríes mostrando una de esas sonrisas que a ella le parecen las más bonitas que ha contemplado en toda su vida, e inmediatamente después, depositas un beso en esos pequeños labios carnosos que te tienen loco.

-Descansa, pequeña -le susurras acariciando su moflete con delicadeza tras apartar un mechón travieso que lo ha cubierto.

-Lo haré, pero solo porque te tengo a mi lado.

-Debes de hacerlo siempre, porque sino tus ojos perderán ese brillo que tanto me gusta.

Sonríe ampliamente y, rápidamente, aparecen esos dos hoyuelos que te tienen loco.

-Te quiero, pequeña -le susurras lentamente a la vez que ella va cerrando los ojos para dejarse llevar por el sueño.

Y, tras recordar ese 'te quiero, pequeña' como si se lo estuvieras diciendo ahora mismo, sonríe tímidamente para después abandonarse a un sueño tan vacío como su vida.

jueves, 31 de julio de 2014

Recuerdos empapados.

Hoy era uno de esos días en los que su estado de ánimo estaba acorde con el tiempo. Siempre le habían gustado los días nublados y lluviosos, aunque causaran en ella unas ganas inmensas de encerrarse en su habitación a escuchar música mientras las lágrimas afloraban de sus ojos. Y eso era lo que estaba haciendo. Sus amigas habían salido a dar una vuelta por la ciudad para despejarse un rato de los estudios, pero ella había rechazado el plan con la escusa de que no se encontraba bien para, así, poder quedarse en casa, y en realidad, no mentía, no se encontraba nada bien. Los recuerdos la estaban asfixiando poco a poco apretando esa cuerda de la que estaba a punto de colgar. Esa era otra de las consecuencias de los días así, el regreso de cientos de recuerdos que ya creía olvidados y encerrados con llave en la parte más oscura de su mente.

Está tumbada en la cama con los ojos cerrados sintiendo cada palabra de las canciones que suenan en sus oídos como si se tratasen de balas directas a su corazón. El volumen de la música no estaba muy alto, por lo que puede escuchar perfectamente el sonido que hace la lluvia al caer, ese sonido que tanto le gusta, y esa es la gota que colmó el vaso. Sus lágrimas comienzan a brotar con rabia de sus ojos deslizándose por sus mejillas hasta acabar muriendo en sus sienes a la vez que aprieta sus puños con fuerza para clavarse las uñas en la piel e intentar así causarse un dolor que sobrepase al de su corazón y que éste no le duela tanto, pero no obtiene resultado, solo una opresión aún mayor en su pecho.

Hecha un mar de lágrimas, tristeza y dolor, se levanta de la cama lentamente y camina hasta su ventana para sentarse en la repisa de ésta. La lluvia cae con fuerza y rapidez inundando las calles y, eso, la saca una pequeña sonrisa sarcástica, ya que esa pequeña inundación no se puede ni comparar con la que siente ella. Se está ahogando en sentimientos y para eso no hay remedio, no existe ningún medicamento que pueda borrarle todos aquellos recuerdos que no quiere en su mente, aunque, la verdad, tampoco quiere librarse de ellos, lo único que desea es que aflojen esa cuerda que tiene en el cuello y la devuelvan su silla para poder bajar de allí. Poco a poco, el cristal se va empañando a causa de esa respiración que ella siente que le falta. Entonces, el vapor deja ver una frase que se ha escrito anteriormente y no se ha borrado en todo ese tiempo.

-Te quiero -lee en un susurro sintiendo como los recuerdos oprimen a su corazón.

Aún recuerda perfectamente ese momento. Era un día lluvioso como hoy, quizá ese es otro de los motivos por los que los días así le ponen melancólica y le gustan tanto, y él había quedado en ir a su casa para ver abrazados la película que ella eligiera entre palomitas, y eso se disponían a hacer cuando a él le dio por sentarse, justo donde se encuentra ella ahora, a contemplar la lluvia caer. Ella se acercó cautelosa para abrazarle por detrás y susurrarle un 'te quiero' al oído. Él la sonrió regalándole un beso tierno a la vez que la sentaba sobre sus piernas y empañaba el cristal para grabar en él esa frase que ahora ella lee una y otra vez con los ojos empapados en recuerdos y lágrimas. Pasa la mano con delicadeza sobre ese pequeño dibujo creyendo que así podrá sentirle a su lado, pero lo único que consigue es borrar aquel precioso recuerdo.


Cierra los ojos de nuevo y, tras apoyar la cabeza en el frío cristal, siente cómo sus pequeñas reconstrucciones interiores se vuelven a venir abajo. Las lágrimas, que desde hace un rato son dueñas de sus ojos, continúan cayendo con fuerza por sus mejillas siguiendo el ritmo de la lluvia al caer, y sus sollozos quedan ahogados por el eco de la música haciendo que pueda sentir la inmensa soledad que la rodea desde que él se fue de su vida.

miércoles, 30 de julio de 2014

Human.

La canción se reproduce una y otra vez empapando todos tus sentidos pero, sobre todo, tu corazón. Tienes los ojos cerrados para intentar reprimir todo lo que puedes las lágrimas que nacen de tus ojos sin control.


But I'm only human
And I bleed when I fall down.

Recuerdas perfectamente el día en que escuchaste por primera vez esta canción porque es uno de los muchos recuerdos que te quedan de él.

Habéis quedado en unos minutos en el mismo sitio de siempre, el banco que hay debajo de tu casa. Te miras al espejo por última vez y retocas tu brillo de labios tras recolocar los pequeños tirabuzones que has decidido horas atrás hacerte. Coges tu bolso y gritas un 'adiós' a la vez que sales de casa. Ahí está. Viste unas bermudas de color vaquero desteñido, una de sus camisas blancas y sus desgastadas Vans. Está igual de guapo que siempre. Corres hacia él con cuidado de que no se te levante el vestido de seda blanco que llevas y te lanzas a sus brazos regalándole un beso apasionado.

-Estás preciosa, mi niña.
-¿Tú crees? -le preguntas coqueta dando una vuelta sobre ti misma agarrada a su mano.
-No lo creo, es que es así.
-Gracias, mi niño. Tú también estás guapísimo.

Y, tras ese pequeño diálogo, os cogéis de la mano y camináis entre risas y besos hacia la heladería que se encuentra a unos metros.

-¿Qué quieren tomar? -os pregunta educadamente una de las camareras del local
-Un batido de chocolate, por favor.
-Para mí otro.
-¿Algo más?
-No, gracias.

La camarera regresa por donde ha venido y os quedáis solos de nuevo. Te coge las manos cuidadosamente y las envuelve con las suyas realizando ese gesto que a ti tanto te gusta. Entonces oyes los acordes de una canción desconocida para ti y cierras los ojos dejándote llevar por ella.

-Es preciosa -susurras abriendo los ojos para toparte con su tierna mirada.
-Tanto como lo eres tú.
-Te quiero.
-Yo también te quiero, mi niña. Gracias por aparecer en mi vida.

Your words in my head, knives in my heart.

Lloras y lloras sin parar creyendo que así podrás borrar su recuerdo de tu corazón y tu alma, pero sabes que es imposible mientras esta canción siga sonando sin parar, y siempre lo hará, porque, aunque la dejes de reproducir en tu móvil, seguirá haciéndolo en tu corazón. Y, tal vez, sea eso lo que más daño te hace después de todo, su recuerdo imborrable.

I can do it.
I can do it.
I can do it.

Sí, puedes hacerlo, puedes olvidarle.No ahora mismo, pero con el paso del tiempo lo conseguirás. Necesitas hacerlo, necesitas reconstruirte poco a poco para rehacer tu vida y, si no le olvidas, no lograrás conseguirlo porque su recuerdo derrumbará cada pequeña reconstrucción de ti misma impidiéndote avanzar.

La canción acaba por undécima vez y, haciéndote la fuerte, pausas el reproductor. Secas tus lágrimas con fuerza y respiras hondo a la vez que te levantas de la cama para mirarte en el espejo del cuarto de baño. Estás hecha un monstruito, así que decides darte una ducha rápida para después arreglarte con un chándal y, tras coger una caja que guardas en el cajón de tu mesilla, sales corriendo hacia el mirador de la ciudad. Cuando llegas ya ha anochecido, pero te da igual, así la luna será testigo del gran paso que vas a dar para librarte de su recuerdo, de él. Tomas aire y abres la caja con decisión. Sacas la primera foto y la observas, fue la primera foto que os tomasteis juntos y ambos aparecéis en ella con una sonrisa que tú ya no conservas.

-Es el momento -te dices a ti misma a la vez que prendes el mechero y lo acercas a la foto para que la llama se extienda a ella. Contemplas cómo el fuego se va adueñando de ese recuerdo haciéndolo borroso y piensas que ojalá tu mente pudiera borrar los recuerdos con tantísima facilidad. Sueltas la foto y dejas que el viento se lleve con él el comienzo de una historia de amor que nunca debía de haber comenzado.

El tiempo trascurre a la vez que las fotos van desapareciendo poco a poco hasta llegar a la última y más reciente. Esa fue tomada el día en que cumplíais nueve meses, unos días antes de vuestra ruptura. Ambos estáis sonriendo, pero la mirada de él se encuentra apagada, tal vez era porque ya en ese momento sabía que todo iba a acabar muy pronto. Sacas ese pensamiento doloroso de tu mente y tomas un impulso que te cuesta lágrimas de dolor para quemar la foto. Ya está, ya has dado el primer paso para ser feliz, ahora solo te queda seguir luchando por esa felicidad que parece imposible de alcanzar.

Canción: Christina Perri - Human

martes, 29 de julio de 2014

Promesas rotas.

-Creo que es mejor que esto se acabe, Lucía.


Pronuncia esas palabras en un susurro, como si le doliese decirlas, y siento cómo en mi corazón se abre una grieta que comienza a desangrarme poco a poco llenándome de dolor. Bajo la mirada a mis manos que reposan delicadamente sobre mi regazo entrelazadas para conseguir calmar su temblor y suspiro lentamente antes de responderle.


-¿Por qué? Dime un solo motivo para que esto se acabe, porque yo no encuentro ninguno.
-No dejamos de discutir por tonterías, haciéndonos un daño imposible de frenar.
-Tú mismo lo has dicho, ¡solo son tonterías! Quédate y volvamos a intentarlo. Sé que juntos podemos salir adelante, en cambio... si me quedo sola no lograré continuar, me hundiré sin remedio porque tú eres la única persona de este mundo capaz de sacarme a flote, Dario...

Las lágrimas que él había conseguido encerrar el mismo día en que llegó a mi vida rompen cualquier barrera anteriormente creada y comienzan a aflorar de mis ojos haciéndome mucho más débil de lo que ya lo soy. Me muerdo el labio inferior para atrapar ese temblor que se ha adueñado de él y levanto mi mirada para toparme con la suya llena de tristeza. No dice nada y el silencio nos envuelve rápidamente dejando paso a miradas de necesidad. Sí, de necesidad, porque nuestras pupilas dejan al descubierto lo mucho que nos necesitamos mutuamente, lo mucho que necesitamos abrazarnos, besarnos, tocarnos, sentir que todo está bien aunque en realidad no es así, se ha abierto entre nosotros una brecha que ya no podremos cerrar jamás ya que él se ha dado por vencido antes de tiempo, pero no lo juzgo, es más, en el fondo lo entiendo. Bastante ha aguantado ya todo este tiempo, cualquier otra persona no hubiese soportado ni la mitad que él.

-Pequeña -me susurra lentamente a la vez que coge mis manos temblorosas para envolverlas con las suyas- lo siento, siento que esto no haya funcionado porque, créeme, puse todo mi empeño para que tiráramos hacia delante y poder así seguir compartiendo grandes momentos a tu lado hasta terminar envejeciendo juntos.  Siento no poder continuar ayudándote con tu vida. Siento no haber logrado que te vieras a ti misma como una chica preciosa, porque lo eres, de verdad que lo eres. Siento no haber cumplido todas y cada una de las promesas que te susurré entre besos. Siento no ser ese príncipe azul que tú tanto soñabas con encontrar. Siento estar causándote todo este dolor. Y, sobre todo, siento estar disculpándome por todo esto cuando el daño que te estoy haciendo en estos momentos no tiene perdón, así que entenderé que no quieras volver a saber nada de mí, al igual que entenderé que me guardes rencor el resto de tu vida porque me pongo en tu lugar y, joder, me muero de dolor. Pero, pequeña -hace una breve pausa y me seca lentamente las lágrimas que resbalan por mis mejillas con delicadeza- prométeme que no volverás a llorar por mí, prométeme que seguirás luchando por salir a flote aunque yo no esté a tu lado para ayudarte con ello, prométeme que me vas a olvidar, prométeme que vas a rehacer tu vida, prométeme que vas a ser feliz, por favor, prométemelo...
-Te lo prometo -digo dándole el placer de escuchar esas palabras sabiendo y de sobra que esas promesas se van a quedar en el aire al igual que las que él me hizo todo este tiempo atrás.
-Gracias, pequeña.

Y, entonces, acerca sus labios a los míos depositando en ellos un beso que recordaré el resto de mi vida, al igual que recordaré su voz llamándome con esa palabra que tanto me gustaba, pequeña, diciéndome que me quería o que esto iba a ser para siempre; su mirada viéndome amanecer y anochecer cada día; su cuerpo buscándome en mitad de la noche inconscientemente; su sonrisa, esa que me volvió loca desde el momento en que la contemplé y que aún en este momento me parece la más bonita que he visto en la vida; sus abrazos de oso que me daba sin motivo y que tanto me gustaban; sus manos explorando mi cuerpo sin pudor dándome un placer que aún regresa a mí con tan solo pensarlo; sus cosquillas que conseguían hacerme reír cada vez que me hacía la enfadada por una tontería; sus sorpresas en cualquier día inesperado; su pelo enredado entre mis dedos en cada beso; su barbita de dos días arañando con delicadeza mi cuerpo cada vez que besaba cada rincón de mí; su todo.
Se separa lentamente de mí y, tras acariciar mis mejillas para borrar el rastro de mis lágrimas, se aleja de mí poco a poco hasta que nuestras manos están a punto de romper el pequeño hilo que nos une aún. Entonces, se vuelve y me mira una última vez antes de rasgar ese hilo dejándome colgada de él en medio del abismo.