miércoles, 10 de junio de 2015

Ser.

Debo decir que los días grises son preciosos. Tanto como ella, aunque creo que esa palabra es demasiado pequeña como para describirla. Ella fue quien me enseñó a ver la magia de las tonalidades grises. Estaba tan enamorada de los cielos de dicho color que me hizo empezar a dejar de odiar los días de lluvia.

Ella alzaba la vista y sonreía contemplando las nubes cargadas de mar bailar por el cielo, y, yo, parecía tonto de lo embobado que me quedaba mirando cómo su boca era el sol que a ese día le faltaba. Hasta que, de repente, ella se volvía hacia mí y, riendo, depositaba un beso en mis labios como quien deja flores en la tumba de un ser querido. Aunque yo, en ese momento, me sentía más vivo que nunca.

Jamás me dijo el porqué de ese amor hacia los cielos cubiertos, hasta que un día me rogó marchar con el argumento de que no quería que sus tormentos cargados de tormentas me alcanzasen de lleno.

Fue ahí cuando lo entendí. Era una bonita metáfora, aunque, ¿qué menos para una chica que era, y es, pura poesía?

Lo que ella no sabía es que me gustaba bailar bajo sus lluvias, hacer escampar cantando o, mejor dicho, desafinando, y comerme el arcoíris que venía tras ellas.

A día de hoy, inmortalizo días grises, que para muchos son tristes, mientras ella me observa preguntándose porqué sigo a su lado.

No soy valiente, y mucho menos un héroe, pero, si tengo que ser fuerte, quiero ser(lo) de su mano.

1 comentario:

  1. Mientras se sea fuerte para esa persona, no hace falta ser un gran héroe.
    http://caprichodecronos.com

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