viernes, 17 de julio de 2015

Hogar.

He cerrado los ojos
a penas unos segundos,
lo suficiente para sentir,
de nuevo,
el tacto de tus dientes
cortándome todo atisbo
de miedos a punto de salir
a superficie
a formar lagos, en mis marcadas ojeras,
en los que chapotear
riendo tan alto
que sus risas se confundan
con todos y cada uno de mis sollozos
gritados en silencio a mi almohada.

Y menudo filo tenían,
he sentido en carne viva
cómo me desgarraban,
un poco más,
el lugar frágil de mi corazón
en el que habitan los recuerdos
envueltos en vendas
que no son capaces de acabar
con el esguince de promesas
que los asolan.

Me he sentido romper
un poco más
mientras la cuerda
que mi cuello rodea
se apretaba más y más
en vez de soltarse lentamente
con un corte suave
de esas manos que bauticé
como hogar,
querido y perdido hogar.

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